Cuento Corto – Eso que pasó…

Eso que pasó…

Autor: Israel Rodríguez

Hace un par de semanas se volvió en la noticia que llenaba todos los encabezados de periódicos y espacios noticiosos, como todas las noticias, algunas personas creían ciegamente lo que los reporteros decían, algunos otros creían que la noticia estaba editada para no expresar el alcance de la catástrofe como sociedad a la cual nos enfrentábamos, y existía un tercer grupo que simplemente creía que toda esa información eran patrañas inventadas por el gobierno para controlar a las sociedades.

La noticia era tan simple como increíble en sí misma, es decir, quién iba a creer que podría comprobarse científicamente que una bruma extra dimensional se había colado a este plano de la existencia.

Según los medios noticiosos, y cabe mencionar que no solamente los locales, sino también entidades internacionales de noticias, especialmente del viejo continente y lugares aún más remotos; coinciden con la versión de que un grupo de científicos se encontraban trabajando en una variación del colisionador de hadrones, pero en esta ocasión buscaban, por medio de un ejercicio controlado, la manera de producir de forma artificial un agujero de gusano.

El aparato, que en la televisión parecía un tubo de ensayo gigante, supuestamente al vacío para recrear las condiciones del espacio exterior, donde no existe una atmósfera, y en general es una gran ‘nada’ con algo de posibilidad de existencia de basura espacial, entre generada por nosotros como sociedad, como remanentes de polvo de estrellas y fragmentos de meteoritos que azarosamente podrían existir en cualquier lugar del universo en cualquier momento dado.

Los cálculos de los científicos habían sido muy minuciosos, dado que un experimento como ese sólo podría hacerse una vez, y la inversión era multimillonaria para cometer un error. Varias universidades por todo el mundo comenzaron a hacer convocatorias para los eruditos, expertos, profesores e incluso estudiantes especializados se acercaran a ayudar en medida de sus posibilidades para que los preparativos, las condicionantes y en general los cálculos pudieran hacerse con todo el detalle que el proyecto necesitara.

Después de tres años, el proyecto se hizo público, porque requerían ayuda del público en general, no tanto por financiamiento, porque eso estaba cubierto por parte de los patrocinadores del proyecto, sino porque los cálculos, y las ecuaciones implicadas en los preparativos eran tales que ninguna súper computadora existente en el mundo podía completar los cálculos, no en meses, sino es que años. Desde luego, extender el proceso un mes era una inversión millonaria que no podían permitirse.

Se hizo una campaña mediática en la cual se ofrecía recuerdos y suvenires del gran proyecto a cambio de uso de las computadoras personales de todas las personas que quisieran sumarse al proyecto. Un usuario de casa podía registrarse y descargar un programa de computadora, entonces por cada hora que dejara el programa ejecutándose, el usuario ganaba puntos, los cuales podría canjear por cosas bastante absurdas, pero como estaban de moda, todo mundo las procuraba.

Se repartieron pequeños muñecos con bata de científico, brazaletes de hule que tenían combinaciones de colores que recordaban el espacio exterior, otro tipo de accesorios de vestir, calendarios, papeles para escribir y adhesivos de notas que tenían unos diseños muy relacionados con el cosmos, desde galaxias, nebulosas y supernovas. En realidad el equipo de mercadotecnia había sido especialmente brillante en convencer a la gente en unirse al proyecto con acciones muy pequeñas, que después de unirse todas, daban resultados tangibles a la aceleración de la investigación.

Cinco años con la campaña, todos los datos fueron procesados y durante un año se le dio oportunidad al público de cambiar sus puntos por premios, en realidad lo extendieron de esa forma para no perder relevancia mientras se afinaban los componentes necesarios para consolidar toda la investigación y-por fin- arrancar la máquina y dar el paso más importante en la ciencia y el conocimiento que la raza humana pudiera haber visto en siglos.

Fue un 18 de diciembre, fecha imposible de olvidar, cuando el proyecto se puso en marcha, todo un evento televisivo, el mundo se detuvo por unas horas, nada había logrado tanta audiencia en la historia de la televisión, nada había unido tanto a todo el planeta como la posibilidad de llevar a cabo un proyecto en el que todos habíamos cooperado, en diferentes grados, algunos poco, algunos dando todo de sí, por la confianza que habían depositado en la idea.

La transmisión empezó muy optimista, pretendían hacer una transmisión en vivo de todo el proceso, el cual duraría tres horas y media. Estaba contemplado con suma exactitud, los canales tradicionales se veía en su programación que contemplaban tal tiempo con una entrevista con sus expertos locales una hora después y alguna película especial que complementara el evento.

En la parte inicial del programa especial empezaban con un proceso de descontaminación para poder entrar al recinto, se encontraba con un ambiente controlado, clima controlado, partículas, en fin, había una minuciosa seguridad costeada por los patrocinadores que no dejaba lugar a duda lo en serio que estaban tomando todo el proceso.

Después de pasar por el proceso de limpieza y ponerse trajes especiales, la gente de prensa fue distribuida en las cuatro esquinas de la bodega donde al centro estaba el aparato el cual todos querían ver lograr lo que desde hace casi diez años habían empezado.

Podías cambiar de canal en la televisión, en internet, o cualquier medio de transmisión y ver los distintos ángulos de todo el proceso. Tengo entendido que varias personas incluso estuvieron grabando de tantas transmisiones y tantos ángulos como les era posible. Tal vez en su mente pensaron que esa información podría venderse en un futuro, o simplemente era un logro haber vivido un hecho histórico para su generación.

Pasada la primer hora de presentación del personal y del equipo, el proceso se puso en marcha, varios aparatos disparaban algún tipo de luz o radiación a lo que mencioné que parecía un tubo de ensayo gigante, mientras otros dispositivos funcionaban de refrigerante, el cual era necesario porque los pequeños contaminantes controlados que se encontraban dentro, empezaron a precipitarse rápidamente y generaban alta fricción, lo cual entiendo que se traducía a calor, que podría afectar el producto final. En realidad habían hecho un trabajo magistral en controlar todos los detalles que podrían haberse pasado por alto años atrás o por un equipo de profesionales no tan dedicado.

Habían varios presentadores propios del equipo de científicos, los cuales estaban dedicados a cada uno de los cuadrantes de prensa, ellos daban pormenores de en qué parte del proceso y qué expectativas tenían para cada uno de los pasos del experimento. Predecían con exactitud de segundos cuando alguna de las partículas tendría alguna reacción específica, y todo lo tenía en sus notas que cargaban y estaban sincronizados entre sí.

Fue entonces notorio, cuando los cuatro, al unísono cambiaron el semblante del rostro a la segunda hora de la trasmisión del experimento. Vieron sus notas, vieron el aparato, y muy cortésmente se despidieron por unos minutos para consultar entre ellos lo que estaba pasando.

Era obvio que algo había salido mal, y ellos no podían ocultarlo, eran científicos después de todo, no presentadores de televisión, no actores, no celebridades que pueden darse el lujo de ocultar sus sentimientos o sus preocupaciones. Eso empezó a hacer que los periodistas empezaran a preguntar, a crear un alboroto, y en realidad a esparcir el pánico entre los asistentes y los espectadores.

Afortunadamente, las cámaras no dejaron de rodar, y uno podía ver desde casa, como los torbellinos internos del tubo de cristal dejaban de mostrarse caóticos y tenían una intranquilizante forma de coherencia y orden, se alineaban y cambiaban de formación de una forma muy sutil, pero suficientemente notoria para validar el miedo que estaban sintiendo los presentes, y nosotros como espectadores.

De repente, dentro del tubo, pequeñas explosiones crearon humo, y ese humo, por la fuerza de los movimientos internos, se alineó trasversalmente a la forma del tubo, como si fuera una membrana de humo, la cual se podía ver delgada desde ambos lados.

Ese fue el principio del fin.

De esa membrana, algo que parecía un brazo sólido lo atravesó en un solo movimiento, rompiendo, con su fuerza, el tubo que lo contenía. Al momento de estar en contacto con el ambiente, esa forma de brazo sólido se gasificó y empezó a dispersarse hacia arriba de la bodega donde se hacía todo el evento, para desaparecer dejando el aparato destruido.

Pocos minutos tardaron en darse cuenta de la magnitud del problema que se había televisado de forma mundial, y cortaron la programación, en lugar de seguir con el comentario en el estudio, todos los canales de televisión pusieron una película de ciencia ficción barata, la mayoría comedia, como intentando mitigar el problema que habíamos visto todos.

Los medios de comunicación se saturaron, y el pánico reinó por varias horas en todos los rincones del mundo.

Los gobiernos del viejo continente, emitieron un comunicado tratando de tranquilizar a la gente explicándoles que no había nada de qué preocuparse, que si bien, el experimento se había salido de control, no habían tenido reportes que la entidad que había roto el aparato hubiera podido retener su forma física, y como tal no podría hacer daño a ningún habitante de la tierra, dada su estructura molecular inestable.

A pesar de haber sido una explicación emergente para una situación de pánico, en retrospectiva, lo irónico es que fueron ciento por ciento sinceros.

Pasaron los días y cuando vieron que no existió ninguna forma de repercusión del accidente fallido, el miedo generalizado comenzó a dispersarse. No había señales de radiación, no había contaminación ni agentes moleculares que pusieran en riesgo la integridad de nadie.

Se usaron cientos de métodos para asegurar que el riesgo derivado de ese accidente era mínimo o incluso nulo.

Después de tres semanas, se levantó la alerta y dieron las palabras que aliviaron a la mayoría de la población: A pesar de haber sido un accidente fallido, no hay pruebas físicas de que exista un riesgo para la salud, la vida o la integridad de cualquier persona en todo el planeta.

Tal vez eso fue uno de los motivos por los que la gente escéptica piensa que todo eso fue un teatro para distraer la atención de algo más importante, pero la gente paranoica pensó que se estaba ocultando una verdad mayor, y que todos seguíamos en riesgo constante. En realidad los gobiernos de todas las naciones no tenían experiencia para poder tratar un asunto como lo era lo que habíamos presenciado: una invasión.

Los últimos días de diciembre y los primeros de enero era pánico absoluto, pero conforme pasaron las semanas del nuevo año, la gente empezó a relajarse y darse cuenta que nada había cambiado de forma radical derivado del accidente. Yo mismo no lo había notado. Mi vida personal había sido bastante positiva en muchos sentidos, incluso había mejorado porque pasados diez años o más de una soltería auto-impuesta, había empezado a salir con una persona muy especial.

Todos como sociedad regresamos a una normalidad conveniente, donde nadie quería volver a pensar o recordar la histeria colectiva que resultó de ese experimento.

Nadie puede definir a partir de cuándo empezó a presentarse lo que resultó ser el verdadero problema, pero empezando el mes de marzo comenzó a hacerse más y más notorio, ya no era una casualidad: una a una, pequeñas y grandes ciudades habían sido invadidas por una ligera niebla fresca que se estacionaba dentro de los límites de las zonas conurbadas.

Esa niebla aparecía de la nada, como un efecto de los climas fríos de inicios del año, y al medio día no era si quiera perceptible, sólo para aparecer la siguiente mañana, y nadie le dio mayor importancia, eso, hasta que por algunos días aparecían esas mismas nieblas en el hemisferio sur, donde era verano, y era muy poco probable que un efecto de neblina se diera con normalidad.

Al final de cuentas, nadie iba a entrar en pánico por una neblina, se culpó al cambio climático, se culpó al efecto invernadero, y a los contaminantes de las ciudades industrializadas, pero nadie recordaba al experimento fallido del diciembre anterior. Ahí estaba la clave.

Fueron algunos sociólogos y terapeutas que empezaron a ver cambios en los patrones del comportamiento de la gente, en las zonas que habían sido afectadas por la neblina: El índice de divorcios y de rupturas sentimentales iba en aumento, algunas familias se habían fragmentado de una forma imposible de resarcir, y muchas personas habían decidido tomar el camino del suicidio para escapar de sus problemas.

Entonces, de nuevo el pánico regresó al consciente colectivo. Estábamos siendo invadidos por cualquier cosa que haya salido del experimento y estaba consumiendo los sentimientos y la fuerza vital de la gente con la cual estaba en contacto. Los expertos no podían creerlo, tardaron días en emitir un juicio sustentado por pruebas científicas, pero era cierto: todas las personas que habían estado en contacto con la niebla, habían disminuido dramáticamente sus niveles de hormonas y químicos cerebrales encargados de hacer que la gente se sienta bien consigo misma y con las personas que les rodean.

Se intentó con máscaras de gas, cubre-bocas quirúrgicas, incluso con trajes con los que se manejan los materiales peligrosos, pero sacaron la conclusión de que no existe en la tierra ningún tipo de aislamiento que evite que esa materia desconocida entre en contacto con el ser humano.

El proceso, según explicaron, era simple, en términos de dar una idea básica, pero en su ejecución era algo que jamás habían visto en siglos de investigación científica. La explicación simple era que estar en contacto con la niebla hacía que dejaras de sentir cualquier clase de sentimiento bueno propio de la raza humana, afecto, empatía, cariño, deseo, amor, todos los sentimientos positivos eran afectados.

La explicación compleja era más increíble: Decían que las partículas de la bruma, atravesaban directamente la materia para llegar a los torrentes moleculares de las células a las cuales pretendían atacar, al estar en contacto con el químico correcto, ese pasaba a una fase intangible la cual provocaba que el organismo no pudiera asimilarla, y por ende no tener el efecto de cualquiera que fuera la hormona afectada. Como ese componente ya no se encontraba físicamente en este plano, ya no era posible estudiarlo o entender a dónde terminaba yéndose o nada relacionado con su destino.

En ambos casos, el resultado se entendía igual, la carencia de lo que nos hace humanos: los sentimientos.

La caridad, la piedad, la bondad, la fidelidad, la confianza, todas esas cosas se volvían escasas en los lugares atacados por la bruma. Llegaban desavenencias, conflictos, diferencias, decepciones, desilusiones. Ese efecto hizo que la sociedad comenzara a podrirse desde sus cimientos, y a descomponer el tejido social.

Las ciudades que no habíamos sido afectadas por la niebla aún, en realidad eran las más afectadas por el pánico y la expectativa que rodeaba al fenómeno.

En mi caso, esa pequeña felicidad que conocí por meses, se disolvió en el ambiente. Por algo que sólo puedo definir como miedo, la persona que conocí y que vi como lo máximo que le había pasado a mi vida, decidió, por medio de un puñado de excusas no muy particularmente coherentes, abandonarme. Tal vez por el miedo de que en un futuro no sintiera nada por mí, tal vez porque de verdad nunca sintió nada, tal vez nunca lo sabré.

La bruma no ha llegado a mi ciudad, y yo ya la veo devastada, ya no tengo ilusiones, ya no tengo esperanzas ni nada de lo que yo sentía que me hacía humano. Me lo arrancaron, justo como esa bruma ha afectado a la mitad del planeta. Cuando la niebla nos alcance, ya no tendrá nada qué robarme a mí. Podría estar feliz por eso, de no ser que no puedo sentir más felicidad ya.

Poesía – El Caminante

El Caminante

Autor: Israel Rodríguez

Caminando en digitales llanuras,
extraños caminos recientemente transitados;
tropecé con una joya que pasaba desapercibida.
Esa luz, discreta al principio y cegadora al poner atención,
llena de calor mis días… llena de júbilo mi corazón.

Pequeña luz de pocos lustros, no te extingas;
brillante luz de inconmensurable sapiencia, no me dejes sólo.
Tu compañía es guía e irradias nuevas ganas de vivir a este cansado viajero.

Cuento Corto – Pensamientos y esperas

Pensamientos y esperas.

Autor: Israel Rodríguez.

Definitivamente el día comenzó como un domingo cualquiera, uno que podría haberse perdido en la memoria confundido con cualquier otro domingo, pero afortunadamente para mí, no fue el caso.

A diferencia de cualquier otro fin de semana, o en realidad, a diferencia de cualquier otro día, hoy tenía un plan, no sólo estaría atado a la rutina de siempre, hacer las compras, limpiar la casa, cocinar, tal vez ver una película, no sé, lo que siempre he estado haciendo por los últimos años; ese plan implicaba salir de su reclusión voluntariamente aceptada.

Dar un paso fuera de casa ha sido una carga emocional para la que nunca estoy preparado, requiere mucha preparación mental, aunque siendo honesto conmigo mismo, una vez que estoy fuera y me reaclimato al exterior, tiendo a pasar un buen momento. Tenía la idea, que esa ocasión no sería diferente.

Sin pensar demasiado sobre ello, me preparé para salir. Nada extraordinario, tomé un baño, peiné mi pelo, me vestí, realmente no quería concentrarme en nada fuera de lo que estuviera a mi alcance, para minimizar cualquier tipo de ansiedad, cosa que es una especialidad para mí.

Llegó la hora de salir y los rituales usuales comenzaron a resurgir: revisar dos veces las chapas, asegurarse de traer consigo las llaves, desinfectantes, en fin, todo el protocolo agobiante que me hace preferir quedarme en casa -y en algunos casos, cancelar planes-.

De camino sintonicé algunas canciones que me apetecía oír conforme me apetecía oír, escuché piezas de Asaf Avidan, Pony Pony Run Run y Regard (Reckoning song, Hey You, Ride it, si mi memoria no me falla) para poder llevar un humor más jovial y dispuesto a lo que sea que me esperara.

El tráfico fue gentil conmigo, no había mucha gente en la calle, para haber sido un domingo fue una sorpresa grata, tal vez el día frío había convencido a la gente de no salir ese día, tal vez realmente todas las cosas que fueron ocurriendo desde la mañana se podrían considerar alguna forma de señal de que hacer eso era lo correcto.

El camino fue muy tranquilo, tanto que pude darme el lujo de cavilar sobre lo mucho que he recorrido en la vida para llegar al punto en el que me encuentro, para bien o para mal, pero creo que, si alguna de las experiencias faltara, seguramente no sería exactamente la persona que soy ahora. Después de todo no se llega a los más de cuarenta años sin haber aprendido un par de cosas.

Al llegar al estacionamiento, algo sucedió, la máquina que daba acceso al inmueble estaba averiada, una persona del establecimiento estaba junto a la máquina verificando que el equipo funcionara y haciendo ajustes conforme algo empezaba a salir mal. La persona que estaba antes que yo tardó casi cinco minutos esperando recibir su boleto, y otros tantos mas esperando que la pluma se levantara para ingresar.

Cuando suceden esos pequeños tropiezos mis demonios despiertan y activan mis ansiedades, empiezan a tomarlo como señales de que las cosas no van a salir como espero y que son pequeñas alertas del universo por las que debo de estar atento y hasta cierto punto a la defensiva. Cuando fue mi turno, y como un calmante situacional, la máquina no falló conmigo, se me entregó el boleto con prontitud y el resto del sistema hizo su labor sin chistar.

Encontré estacionamiento justo entrando, seguía pensando que, para ser un domingo, el día estaba muy tranquilo y la gente había decidido no salir, incluso, creo que me sentía optimista; tanto optimismo me hizo atreverme a hacer algo que en mi sano juicio no hubiera hecho.

Una persona, adulto mayor, que encontró estacionamiento cerca de donde dejé mi auto se veía nerviosa porque el lugar que había tomado, ponía un poco en riesgo que el vehículo del al lado golpease su auto; yo con el descaro más grande que he tenido en todo el año me disculpé por interrumpir en una plática ajena y le apunté hacia un cajón de estacionamiento reservado para personas mayores, con mayor amplitud y más cómodo para el uso de gente con necesidades adicionales. Con el riesgo que me dijeran algo que no quería oír, y después de emitir mi opinión, creí escuchar un agradecimiento que sonaba sincero, y no me detuve, principalmente porque ya iba tarde.

Al llegar reviso mis mensajes, parece que la persona que espero llegará un poco más tarde, mis ansiedades buscan la forma de dispararse, pero hago un esfuerzo sobrehumano por controlarlas, en su lugar atino a entrar a una vieja tienda de discos. Tenía años sin entrar a una, parecen reliquias de un tiempo distante, pero aún así es divertido entrar a ver lo que venden, y pensar que uno vive en un tiempo anterior, más simple, donde todas las acciones tenían menor peso.

Escucho que en la música de fondo que tienen en la tienda, una tonada familiar suena, escucho un: “hey!” con voces infantiles que me es muy conocido, y al ponerle atención, identifico a Aldous Harding interpretando Imagining my man. En mi circunstancia actual la canción era ideal. Estaba en el momento de conocer a alguien y tenía la posibilidad de imaginarlo, ¿cómo iría a ser esa persona? ¿Sería una persona honesta, sincera, inteligente? Había muchas preguntas en mi cabeza que en unos minutos podrían ser respondidas, tanto para bien como para mal, decidí salir de mis pensamientos y seguir distraído esperando que pasara la espera y poder concretar la razón por la que había ido.

Al pasar de los discos, a las películas; de los juegos de video a los libros; los aparatos electrónicos, la espera se había prolongado un poco y mi mente era cada vez más difícil de controlar que ideas le inundaran. En ese momento, para acallar esas voces en mi cabeza, me puse a pensar en las canciones que había oído de camino. Me preguntaba si haberlas elegido fue una selección aleatoria o deliberada, tal vez significaban algo para mi en ese momento, tal vez sólo estaba tratando de buscarle tres pies al gato.

Mis pensamientos fueron interrumpidos -mas no olvidados- por un mensaje: “Ya llegué”. Aún pensando en las canciones salí de la tienda y volteé a la derecha y a la izquierda, pero no había nadie. Esperé paciente, la espera de horas, que se había convertido en minutos, ya era sólo de segundos, mi pulso se elevó, y el corazón comenzó a latir más rápido.

Aún con todos estos años que tengo cargando, la emoción de conocer a una persona nueva no se ha perdido; retomé el pensamiento de unos momentos atrás y recordé la canción de “Hey You”, y creo que ha retumbado en mi cabeza desde entonces.

En ese momento, en mi distracción, llega.

Nos identificamos con la mirada, y no pude contener una sonrisa sincera aún con mi cara cubierta, sonrisa que aún no me puedo quitar de la cara.